Hacia un control integrado de las malas hierbas

4 MAYO 2022

Estamos acostumbrados a convivir con especies arvenses, conocidas como malas hierbas, que podemos encontrar en cualquier momento y en cualquier lugar. Cuando crecen en parcelas cultivadas ocasionan grandes problemas ya que compiten con el cultivo por el agua, la luz y los nutrientes.

En la Escuela de Familias en Agroalimentación dedicamos nuestra publicación a estas insólitas especies y su complejo control. Desde la Alianza Agroalimentaria Aragonesa te invitamos a conocer más.

Hacia un control integrado de las malas hierbas

¿QUE ENTENDEMOS POR MALA HIERBA?

Las especies vegetales que asociamos al concepto de malas hierbas son plantas que van a crecer en un momento y en un lugar donde perjudican a las personas. Así, hablamos de malas hierbas que crecen en un campo de trigo o en las cunetas o en un campo de golf o en las pistas de aterrizaje de un aeropuerto. Si nos centramos en las fincas agrícolas, con el cultivo que sea, entonces lo apropiado es llamarlas “arvenses”, en lugar de “malas hierbas”. El hecho de que crezcan en las parcelas cultivadas va a ocasionar una serie de problemas al agricultor que las va a considerar indeseables, en especial cuando se trata de infestaciones en grandes densidades. En esos casos el perjuicio fundamental se ocasiona sobre la producción, ya que las especies arvenses compiten por agua, luz y nutrientes con el cultivo, fundamentalmente por el elemento que esté en mayor escasez. En condiciones de secano el factor limitante será el agua.

Las especies arvenses son muy variadas en cuanto a ciclos, hábitos de crecimiento, necesidades de nutrientes, fisiología y morfología. Pero todas ellas tienen una serie de características que las convierten en un problema para el agricultor.

Características que hace que una especie sea considerada mala hierba

En una especie considerada “mala hierba” se suelen cumplir una serie de atributos, por ejemplo:

Prolificidad, es decir el número de semillas viables que es capaz de producir un ejemplar de la especie en cuestión. Hay especies muy prolíficas, por ejemplo Amaranthus palmeri que puede producir 500.000 semillas; otras lo son menos, como Avena sterilis, con unas 175 semillas por planta. Normalmente cuanto más pequeño es el tamaño de la semilla se produce una mayor producción.

Dispersión, nos indica la capacidad que tienen las especies para ir colonizando nuevos espacios. En este caso la dispersión por el viento, por ejemplo mediante vilanos, es muy importante. No obstante, las personas contribuyen en gran medida a la dispersión de las malas hierbas mediante los intercambios de material vegetal, el empleo de aperos contaminados con esas semillas y, en especial, a través de las cosechadoras.

Persistencia, ya que las semillas de malas hierbas, aunque vayan perdiendo poco a poco su capacidad de germinación, pueden vivir en forma viable muchos años en suelo. Siempre hay excepciones y a alguna, como el género Bromus no le gusta el enterramiento de sus semillas y si se hacen labores, se degrada en poco tiempo.

Capacidad competitiva, debido a que se va a establecer una competencia frente al cultivo por el elemento que se encuentre en escasez. Estos elementos son el agua (importante en condiciones de secano), los nutrientes (trascendente en suelo pobres) y la luz (ya que si las malas hierba sombrea al cultivo su capacidad fotosintética se verá mermada). Por ello, el tamaño del aparato fotosintético (hojas), el de su aparato radical (raíces) o el tipo de metabolismo fotosintético que posean (C3 o C4) serán decisivos. Hay numerosos casos de malas hierbas muy competitivas, pero afortunadamente también de cultivos con una gran capacidad competitiva, como el maíz o incluso el tomate de industria.

 

Problemas que ocasionan

El principal problema que ocasionan las malas hierbas es la pérdida de cosecha debido a la competencia con el cultivo. Sin embargo, también pueden producirse otros efectos adversos, como la pérdida de calidad de esa cosecha (por ejemplo, por tener más humedad o por tener semillas tóxicas), en otras ocasiones el manejo del cultivo se hace más penoso, por ejemplo, cultivos hortícolas infestados con especies provistas de pinchos o espinas. Todo ello implica la necesidad de un control de estas especies no deseadas lo cual tiene un coste importante para una explotación agrícola.

Medidas de control

Hoy en día el manejo de las malas hierbas no debe de hacerse basándonos solamente en un método de control, es necesario contar con la “suma de  pequeños martillos” que en conjunto mantengan la población de malas hierbas por debajo de unos umbrales en los que ya no produzcan efectos indeseables. Este enfoque es lo que se denomina CONTROL INTEGRADO, es decir sumar formas de control, cada una aportará un pequeño elemento que contribuya al control deseado, siendo necesario el conjunto de medidas. Éstas se exponen a continuación.

Preventivas.

Estas medidas no van a eliminar un problema existente, pero disminuirán la probabilidad de que vengan unos nuevos. La principal medida de este tipo es el conocimiento del “enemigo a controlar”, de la o las malas hierbas a manejar. Para ello hay que visitar las fincas periódicamente y comprobar qué especies hay en las mismas y estar alerta ante posibles malas hierbas “nuevas”. Otra medida importante es la limpieza de aperos, en especial de la cosechadora en el caso de cereales, de los equipos de labranza y fundamentalmente del material vegetal que empleamos para instalar nuestro cultivo (solamente el uso de semilla certificada garantiza la ausencia de semillas de malas hierbas). También el ganado puede trasportar semillas y propágulos de malas hierbas de una parcela a otra en la lana o en las heces, por lo que conviene programar los pastoreos para evitarlo. Finalmente, si se realizan aportes de estiércoles o purines estos deberían estar suficientemente “maduros” para evitar que semillas de malas hierbas que pudieran contener fuesen viables.

Agronómicas.

Rotación de cultivos: Cada cultivo tiene una serie particular de arvenses asociadas. Así, en cultivo de cereales de invierno habrá especies que germinen principalmente en otoño-invierno (amapolas, jaramagos, vallico, avena loca….) y en cultivos de primavera-verano se encontrarán especies que emerjan en esa época (bledos, cenizos…). En monocultivo o ausencia de rotación las especies asociadas a ese determinado cultivo proliferarán cada vez más año tras año, haciendo necesarias medidas de control cada vez más intensas. Por el contrario, si se lleva a cabo una rotación de gran variedad de cultivos, de distinto comportamiento agronómico y época de crecimiento, que conllevan a su vez gran variabilidad de labores asociadas, la proliferación de malas hierbas disminuirá considerablemente.

Falsa siembra y retraso: Consiste en realizar las labores preparatorias del suelo, refinarlo, pero no sembrar. De esta manera, y con ayuda de las primeras lluvias otoñales, si se producen, se estimula la nascencia de las plantas espontáneas. Una vez nacidas las hierbas junto con los ricios (rebrotes) del cultivo anterior, ambos se eliminan con una labor superficial justo antes de la siembra.

Uso de variedades competitivas: Por ejemplo, en cereales, las variedades actuales, aunque son más productivas, suelen tener menos talla y por tanto, se considera que, en general, compiten peor frente a las arvenses que las variedades tradicionales de trigo, como ‘Aragón 03’ ‘Pané 247’, o cebada, como ‘Albacete’) de mayor altura.

Dosis de siembra: El aumento de la densidad de siembra también puede utilizarse para reducir la competencia de las malezas ya que queda menos espacio en el suelo para que éstas proliferen.

Físicas.

Una modalidad consiste en el uso del calor para suprimirlas mediante quemadores, agua o espuma caliente. En estos aparatos el calor se consigue normalmente por combustión de algún derivado del petróleo. Solo es efectivo sobre malas hierbas de ciclo anual y en estadios tempranos (unas pocas hojas).

Otra modalidad es la de colocar en el suelo una barrera física que impida que las malas hierbas emerjan. Lo más usado es el plástico negro (polietileno), que además de barrera, impide la llegada de luz al suelo, con lo que la vegetación, aún el caso que consiga emerger, bajo él no puede realizar fotosíntesis y se debilita. El cultivo (tomate, pimiento…) se coloca en el suelo mediante una pequeña perforación en el plástico. Debido a los problemas de residuos que genera se están desarrollando otros plásticos biodegradables. También se puede usar el papel u otros materiales sintéticos u orgánicos (paja, restos vegetales etc.) con más o menos eficacia a la hora de generar esa barrera.

Mecánicas.

Hay que distinguir entre aquellas labores que se realizan con el cultivo implantado y las arvenses emergidas, de aquellas otras labores que se realizan sin él, que aparte de suprimir malezas, sirven para preparar el terreno, normalmente el lecho de siembra.

Con el cultivo sin implantar, aparte de laboreos más o menos intensos con aperos como vertedera, grada de discos, cultivadores de varios tipos o gradas, se pueden realizar siegas o desbroces. Esta técnica puede ser útil cuando el laboreo no se pueda llevar a cabo por alguna razón, como en suelos demasiado secos o húmedos o con las malezas demasiado desarrolladas.

Con el cultivo implantado también hay una gama de aperos que pueden usarse. Unos requieren que los cultivos estén en línea y eliminan fundamentalmente las hierbas que proliferan allí (labores de bina, con cultivadores adaptados al ancho de línea), aunque también los hay que trabajan la línea (escardadores de dedos o de torsión). Otros aperos como la grada de varillas, flexibles, para usarse en cultivos herbáceos, trabaja y escarda en toda la superficie del suelo.

Biológicas.

A efectos prácticos, una adecuada programación de los pastoreos puede ser una herramienta muy útil para gestionar las arvenses en barbechos o rastrojos. Como norma general se debe llevar el ganado de forma periódica para que pasten los sucesivos rebrotes que las arvense producen y no dejar que lleguen a florecer ni generar semillas.

Los cerdos y algunas aves (ocas) también pueden reducir del suelo el número de bulbos o tubérculos (juncia) de algunas especies arvenses. Por último, cabe decir que a nivel comercial también hay algunos preparados fúngicos específicos para controlar algunas malas hierbas

Químicas.

Dentro de un sistema integrado de manejo de las malas hierbas se pueden emplear los herbicidas registrados para cada cultivo y para cada problema a resolver como una estrategia más, un martillo más, a tener en cuenta para conseguir un control adecuado de las malas hierbas. En este caso habría que tener en cuenta que el impacto ambiental de las materias activas a emplear sea el menor posible, seguir las normas de uso que marca la etiqueta del producto escogido y además tener en cuenta el historial de tratamientos de esa parcela, intentando no repetir materias activas con el mismo un modo de acción para evitar la posible selección de individuos resistentes.

Alelopatía.

Se entiende por efecto alelopático el producido por las excreciones de las raíces de determinadas plantas. Esta definición se ha ampliado y se consideran efectos alelopáticos los producidos no solo por las plantas vivas, sino por las sustancias generadas en los procesos de descomposición de los restos (hojas, tallos…) de algunas especies vegetales, por ejemplo los restos de ajenjo, eucaliptus, tojo, menta etc.

El futuro del control de malas hierbas

A modo de resumen, aún hay lagunas en el conocimiento de la biología de muchas especies de malas hierbas, por lo que es necesario estudiarlas. Por otro lado, el cambio climático provoca modificaciones en el comportamiento de las mismas (por ejemplo, algunas especies han pasado de ser anuales a ser perennes, otras adelantan su ciclo..) por lo que el ahondar en el conocimiento del “enemigo” resulta una necesidad para un buen manejo del mismo.

En cultivos herbáceos, la discriminación mediante cámaras y algoritmos de las malas hierbas frente al cultivo proporcionará la posibilidad de dotar a las máquinas escardadoras de una selectividad de actuación, actuando solamente frente al problema respetando al cultivo.

En un futuro cercano posiblemente serán más frecuentes equipos mecánicos que se acerquen al cultivo en cultivos leñosos (vid, almendro, frutal, olivo) y eviten daños en ellos mediante palpadores mecánicos, eléctricos o hidráulicos que permitan hacer labores con elementos cortantes (cuchillas, cepillos,..) para garantizar la seguridad del cultivo. La pulverización dirigida con agua a alta presión o con partículas abrasivas (arena, cáscara triturada de almendra…) y palpadores que eviten al cultivo también puede ser una herramienta a tener en cuenta.

Los herbicidas que se vayan registrando seguirán siendo una herramienta segura y eficaz en el control de las malas hierbas, ya que los requisitos que se les exigen para su comercialización cada vez son más exigentes y eso favorece su seguridad para el consumidor, su seguridad ambiental y su eficacia.

Otro método que posiblemente será más común es el uso de materiales de origen natural para acolchar haciendo una barrera física que evite la nascencia de las malas hierbas. Si esos materiales proceden de la misma explotación (restos de poda, paja…) se favorecerá la economía circular.

Finalmente, la robótica es probable que resuelva parte de los problemas que causan las malas hierbas, mediante programas de reconocimiento e identificación de las malas hierbas y del cultivo, pudiendo tomar la decisión de actuar (con un cepillo, cuchilla, pulverización dirigida, láser…) y eliminar las especies no deseadas respetando el cultivo.

Joaquín Aibar. Escuela Politécnica Superior. Universidad de Zaragoza – IA2

Alicia Cirujeda. Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria – IA2

Gabriel Pardo. Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria – IA2