Día mundial del Suelo

23 diciembre 2020

Día mundial del Suelo: “El papel crucial del Suelo en la Agricultura y de la Agricultura para el Suelo”

El 5 de diciembre fue declarado por las Naciones Unidas Día Mundial del Suelo en 2013. El hecho de que sea la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), la responsable de su organización, no es casual. Ciertamente, esta declaración es muy importante para el sector agroalimentario, que, por su especial vinculación con el territorio, tiene en el suelo uno de sus recursos esenciales.

Desde entonces, se han celebrado ya siete ediciones de este día, que quiere servir para aumentar el conocimiento general sobre este recurso, y sobre la necesidad de conservarlo. Por la evidente vinculación del suelo con el sector agroalimentario, las primeras ediciones del Día Mundial se dedicaron a concienciar sobre la vinculación entre el suelo (“donde nace el alimento”) y la seguridad alimentaria.

La preocupación por el suelo como recurso esencial para las actividades humanas, es sin embargo aún escasa, y se despierta más tarde que la correspondiente a otros recursos igual de necesarios para nuestra vida. Por ejemplo, los Días Mundiales del Agua o de la Biodiversidad se celebran desde 1993, por citar otros dos recursos esenciales para la actividad agraria. Las razones para este aparente retraso en la toma de conciencia son diversas, y seguramente diferentes para los diferentes colectivos de la sociedad. Es sabido que un agricultor, un constructor, un hidrólogo, un ambientalista, un hombre o mujer de negocios, o un arqueólogo, tienen una visión diferente del suelo que una persona que se dedique a estudiarlo directamente.

El suelo es, en realidad, un elemento del medio natural complejo, dinámico y no renovable, cuya propia definición ha ido evolucionando en el tiempo. Alfred Hartemink, presidente de la Unión Internacional de la Ciencia del Suelo, propuso en 2016 esta definición: Los suelos son la capa delgada que cubre nuestro planeta tierra. Son mezclas complejas de materiales vivos y minerales. Al igual que de aves o plantas, hay miles de tipos de suelo. El suelo es un recurso natural vital, filtra y almacena agua, y es una parte importante del sistema terrestre. La mayor parte de nuestra comida proviene de suelos cultivados.

Esta definición nos pone delante de la complejidad del suelo, de su importancia en el ecosistema no sólo como “fuente de alimento”, y también de su diversidad.

Imágenes: Íñigo Virto

Para los agricultores, el suelo es su principal activo, sobre el que se desarrolla su actividad. Alrededor de 99% del suministro de alimentos en el mundo deriva de la producción basada en tierras agrícolas, que comprenden ya cerca de 50-70% de la superficie total de las tierras emergidas. La Agricultura es por esto el principal usuario, y el principal custodio, de los suelos del mundo. El sector agroalimentario debe ser consciente de que, al gestionar el suelo, también gestiona una parte importante de los servicios que el suelo presta a los ecosistemas y a la sociedad. Además de producir alimentos, los suelos tienen un papel esencial en el ciclo hidrológico y la recarga de acuíferos, en la conservación del territorio, y en la regulación del clima, no solamente como fijadores de grandes cantidades de CO2 atmosférico en forma de materia orgánica, sino como reguladores de las emisiones de otros gases de efecto invernadero. El sector agroalimentario, al custodiar este “tesoro”, presta a la sociedad otros servicios además de la producción de alimentos de calidad.

Sin embargo, el suelo, como la superficie agrícola disponible, es limitado. Por eso, su conservación es esencial. El interés común por esta conservación está cobrando cada vez mayor relevancia, y esto se manifiesta de forma cada vez más directa en las políticas que regulan su uso, y en particular, su uso agrícola. La Política Agraria Común (PAC) de la UE incluye progresivamente medidas que suponen un uso racional y sostenible del suelo, sin perder su función primordial como despensa de Europa. En sus últimas modificaciones, ha introducido así regulaciones sobre determinadas prácticas que pueden ayudar a conservarlo. La más reciente estrategia “De la granja a la mesa” intenta llevar la necesidad del uso racional de los recursos en agricultura a toda la cadena alimentaria. Esto significa también acercar a los consumidores al origen de los alimentos que consumen, como herramienta para retomar el vínculo entre el campo y la calidad de vida de los ciudadanos europeos. En este marco, el Green Deal o Pacto Verde de la Unión Europea establece un plan de acción para impulsar un uso eficiente de los recursos mediante el paso a una economía limpia y circular, y para restaurar la biodiversidad y reducir la contaminación. Para ello, propugna la implementación de estrategias de economía circular, reciclaje de residuos, mínimas emisiones, o tecnologías respetuosas con el medio. Es claro que el suelo, y su uso en la producción de alimentos, son actores inevitables en la puesta en marcha de estas políticas.

Imágenes: Íñigo Virto

Acompañando a esta perspectiva sobre la regulación del uso, la Unión Europea también ha incluido, por primera vez, al suelo como objeto prioritario de estudio para los investigadores europeos. El nuevo Programa Marco Europeo de investigación (Horizonte Europa 2030), recoge la importancia del suelo en una de las cinco Misiones propuestas por la Comisión Europea con el compromiso de resolver los retos sociales más importantes para Europa. El nombre de esta Misión es “Salud del Suelo y Alimentos”. Este nombre nos indica que los gestores de la investigación europea ven clara la relación entre suelo y alimentación, y que piensan que, en ocasiones, el suelo puede estar “enfermo”.

Ciertamente, muchos suelos del mundo sufren o han sufrido problemas de degradación (“enfermedades”), que no les permiten realizar correctamente las funciones que necesitan de ellos los ecosistemas y las personas. El reto actual es conseguir que los suelos agrícolas sean suelos sanos para que los alimentos, las personas, la naturaleza y el clima también estén sanos. El objetivo final de la Misión salud del suelo y alimentos es conseguir que al menos el 75 % de los suelos de cada país de la UE sean suelos sanos capaces de prestar los servicios esenciales de los que dependemos de aquí a 2030.

Alcanzar este objetivo depende de nuestra capacidad de diagnosticar los problemas del suelo y su intensidad, y de solucionarlos donde los haya. Utilizando el símil de la salud, estas soluciones deberían ser tanto “curativas” cuando el suelo esté “enfermo” y necesite recobrar la salud, como preventivas.

El diagnóstico de la salud del suelo, necesita en primer lugar, conocerlo: Conocer sus características, su funcionamiento, o sus particularidades en cada zona. La formación en Edafología, especialmente en las titulaciones relacionadas con el sector agroalimentario, así como la inclusión de estos conocimientos en la educación básica, son retos de actualidad. Igualmente, generar y poner a disposición del público información de calidad sobre los suelos de un territorio, a través de cartografías específicas, requiere inversión y conocimientos.

Este diagnóstico necesita también conocer las posibles causas de su degradación. A nivel mundial, se han descrito desde hace tiempo algunas de estas causas. En nuestro territorio, algunas son bien conocidas: la erosión, la salinización, o la compactación. Otras son menos evidentes, como la pérdida de materia orgánica, o de biodiversidad. La FAO ha querido poner de relieve la importancia de estos problemas a nivel global, dedicando los últimos Días Mundiales del Suelo a la contaminación (2018), la erosión (2019), o la pérdida de biodiversidad (2020).

La agricultura está en algunos casos relacionada con esta degradación. La erosión, por ejemplo, puede ser el resultado de algunas prácticas agrícolas, y de cambios en el uso de la tierra (como la deforestación). La salinización puede ser el resultado de técnicas de riego inadecuadas, y de una mala gestión de los recursos hídricos disponibles. El descenso de los niveles de materia orgánica priva a los organismos del suelo de los recursos esenciales para su supervivencia. Este fenómeno puede deberse a una dependencia excesiva de los productos químicos en la agricultura, y al empleo de un exceso de fertilizantes minerales en detrimento de los orgánicos. La biodiversidad del suelo puede verse afectada en distintas formas, tanto positivas como negativas, por el manejo agrícola. De hecho, la biodiversidad edáfica es una de las bases del funcionamiento de los suelos, que son recursos “vivos”, y no mezclas inertes de minerales y compuestos orgánicos. Más de una cuarta parte de las especies del planeta vive en los suelos, y constituyen una extraordinaria variedad de formas de vida que ayudan a mantenerlos sanos y fértiles. Unos suelos sanos necesitan que las formas de vida que albergan (desde seres unicelulares a pequeños mamíferos excavadores, pasando por lombrices e insectos) puedan trabajar en equipo. Los organismos del suelo son necesarios para descomponer la materia orgánica (manteniendo la productividad), controlan el ciclo de almacenamiento y liberación de carbono (regulando el clima), purifican el agua que se filtra a través del suelo (limpiándola), contribuyen a generar en el suelo la estructura necesaria para la infiltración y retención de agua (contribuyendo al ciclo hidrológico), pueden contribuir a la regulación de poblaciones perjudiciales para los agrosistemas (protegiendo los cultivos), y son fuente de productos farmacéuticos como la penicilina.

La inversión en el conocimiento del suelo es por tanto beneficiosa para todos sus usuarios. Por eso, la Misión Salud del Suelo y Alimentación va más allá de implementar proyectos de investigación e innovación, sino que busca estimular la innovación en el sector agroalimentario para ofrecer soluciones eficaces. El vínculo de los agricultores con el suelo aparece entonces como una herramienta estratégica para el sector. Ellos y ellas conocen bien sus suelos, y muchos usan técnicas, o incluso las han desarrollado, que les permiten conservarlos y mejorarlos.

Con la colaboración de Íñigo Virto, Doctor Ingeniero Agrónomo, Profesor Titular de Edafología de la Universidad Pública de Navarra.